Vidas y muertes y vidas

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En el fondo del cajón de un maravilloso fotógrafo y mejor amigo, Meizo, descubro este pequeño tesoro que adjunto a continuación. Intuyo que es de esas cosas que uno hace sin saber por qué y guarda sin tener por qué.

Huir de cualquier forma de expresión que no sea la fotografía es una mala costumbre que sigue desde hace tiempo y es por ello que aprovechando que todavía no había estrenado la etiqueta de “Cuentos de otros”, he decidido publicarlo y hacerle pasar por una nueva experiencia.

Esta vez no hay encuadres, ni colores, ni pócimas secretas con las que asegurar el hechizo; esta vez las sombras y la luz se esconden entre las palabras.


Estoy tumbado en mi cama, boca arriba.

Estoy tumbado mirando el techo.

Estoy tumbado y no respiro.

Estoy tumbado y supongo que estoy muerto, aunque eso ahora importa ya muy poco.

Supongo que el hecho de descubrir, hace cinco minutos, que existe vida después de la muerte ha cambiado un poco mi percepción de la realidad y ahora eso de ’estar muerto’ ha pasado a un segundo plano.

Mi nombre es Ramón y soy, perdón ’era’, profesor de secundaria en un instituto de provincias, donde casi llevaba doce años impartiendo varias asignaturas. Aunque con la que yo más disfrutaba era con la Biología. Era bastante enérgico y recto en mis clases, así que supongo que mis alumnos no me admiraban demasiado, pero tampoco alborotaban en clase y al final de curso casi todos aprobaban, lo cual me parecía más que suficiente.

Todo lo que rodea a mi muerte es un poco confuso, pero intentaré contarlo con la mayor precisión (la sociedad actual es lo que exige). Hace tres días llegó a mi clase (de biología, por cierto) un nuevo alumno, su nombre era Josh y venía de un país extranjero, ahora no recuerdo cual exactamente, creo que Noruega, no sé. Nunca he creido en las nacionalidades así que ahora tampoco es hora de ponerse con eso. Josh hablaba perfectamente nuestro idioma y era el alumno perfecto: atendía todas y cada una de las explicaciones, hacia preguntas con dudas inteligentes y despues de clase se quedaba a charlar conmigo de la materia. En esos tres días me demostró que era una persona inteligente, muy inteligente. Hoy por la mañana mi clase era la última del día y Josh se quedó, como siempre, a charlar sobre el tema del día. Hoy lo que habíamos tratado en clase versaba sobre los organismos unicelulares y de como se había llegado a crear la vida a partir de amoniaco y electricidad. Josh parecía muy interesado en el tema y preguntaba sobre todo lo preguntable. Cuando su curiosidad se vio saciada me hizo una pregunta que yo no esperaba.

-Profesor ¿cree en la vida después de la muerte?

Mi expresión no tuvo que ser demasiado inteligente, ya que una sonrisa apreció en sus labios. La verdad es que no sabía que decir sin entrar en polémicas. Mi religion cristiana me dice que existe vida despues de la muerte así que yo, aunque no religioso practicante pero si creyente, tuve que contestarle lo único que podía contestar.

-Por supuesto que creo en una vida después de la muerte y en un cielo para los buenos y un infierno para los malos. Esa contestación le pareció todavía más divertida que mi cara anterior.

-No hablo de religión. Usted es profesor de biología y debería de saber que el alma y todas esas pamplinas son invenciones del hombre para no sentirse sólo en este mundo, que tan inmenso nos parece y que, sin embargo, es tan pequeño. ¿Le gustaría descubrir conmigo lo que significa la expresión ‘vida después de la muerte’?

Debo decir que en este punto empecé a tener un poco de miedo. Este chico parecía tan seguro de si mismo que asustaba, y sobre todo con este tema en particular. Aunque a decir verdad la curiosidad me pudo. Le dije que sí, que viniese a mi casa esa tarde, que estaría sólo sin nadie que nos molestase en nuestros experimentos, fuese lo que fuese.

Llegó a la hora convenida, ni un minuto más ni un minuto menos. Llamó a la puerta principal y al abrir lo ví con una mochila de cuero gastado. Me sonrió y entró en casa.

-Bueno ¿y ahora qué? -le dije con sarcasmo. No sabía muy bien como tomarme la situación y siempre me sale la vena ‘simpatica’.

-Ahora celebraremos un viejo ritual. ¿Estás dispuesto a todo?

-Sí -le dije. Estaba totalmente hipnotizado con la voz y la fuerza vital de este chico. Aunque ahora que lo veía ya no me parecía tan joven.

-Muy bien. Lo primero que harás es beber el contenido de esta frasco.

El frasco era de color ocre y estaba lleno de un líquido transparente. Lo abrí y lo bebí sin pensar, quería llegar cuanto antes al final de aquello.

-Ahora debes tumbarte en una cama, ya que lo que te has tomado es una droga muy pontente que te anulará por completo tus movimientos y te impedirá sentir dolor. Aunque voy a matarte no deseo que sufras, pero sí que seas consciente de todo lo que va a suceder.

Acababa de entrarme el pánico, pero ya era tarde. Mi cuerpo estaba perdiendo voluntad, mis piernas no me soportaban y ningún miembro de mi cuerpo se dignó a obedecerme. Josh me cogío por debajo de los hombros, desde atrás, y buscó una habitación. La encontró y me depositó en ella. Mirando hacia arriba, hacia el techo. Mi cuerpo no se movía, no sentía nada, pero yo oía y veía todo lo que sucedía a mi alrededor.

Josh fue a por la mochila y empezó a sacar objetos. Desde mi posición no los pude ver todos, pero se que, entre otros, había una vasija de barro, una vela con dibujos trazados y una cuerda muy fina. Despues sacó una túnica blanca, se desnudó y se la puso. En ese momento dejó de ser un adolescente para convertirse en un hombre de mediana edad. Su voz ya no sonaba con la dulcura de la adolescencia, sino con la fuerza de la edad. Y empezó a recitar un cántico con una cadencia triste. Después de terminar el cántico me miró y me habló.

-Como acabas de descubrir, mi nombre no es Josh, no soy joven y por supuesto que no tengo necesidad de ningún conocimiento que tú me puedas aportar. Lo importante aquí es que has aceptado voluntariamente a descubrir tu vida despues de la muerte. Ahora viene lo difícil, el ritual en sí. Durante varias horas estaré recitando antiguos mantras para que tu cuerpo decida, por sí solo, cesar su actividad y liberarte de tu atadura física. En ese momento estarás muerto para el resto del mundo, pero descubrirás todo lo que te espera después de este trance.

Decidido. Estaba totalmente aterrado. Y desde luego que ahora ya no había marcha atrás. El hombre se sentó en una silla a mi lado y me dijo con voz suave.

-Voy a comenzar. Al terminar con los mantras tu vida tal como la conoces llegará a su fin y tu otra vida comenzará. Espero que la disfrutes.

Y los cánticos comenzaron. Y continuaron. Durante varias horas. Y los escuché hasta que, en un momento, supongo que decisivo para mí, mi cuerpo decidió no seguir alojándome. Y floté. Y vi mi cuerpo y vi al hombre, ahora callado. Se levantó y me miró, bueno miró mi antiguo cuerpo y sonrió. Despues miró hacia arriba, hacia el techo, como si supiera donde estaba. Pero yo no estaba allí, no estaba en un lugar físico. No podía verme. Se quitó la túnica, se volvió a poner su ropa y salió de la habitación. Al cerrar la puerta sentí que el vació me envolvía. Me sentí sólo y no era agradable. Lo único que conocía, mi antiguo cuerpo, estaba tumbado en la cama. Como no sabía que hacer en mi nuevo estado me deslicé suavemente a su lado y me coloque (si es que puedo ahora colocarme de alguna forma) igual que estaba hacía un momento. Y pensé:

Estoy tumbado en mi cama, boca arriba.

Estoy tumbado mirando el techo.

Estoy tumbado y no respiro.

Estoy tumbado y supongo que estoy muerto, aunque eso ahora importa ya muy poco …