De estrellas y de nieve
-Cuando amas eres completamente vulnerable -dijo su madre.
-Entonces, no amaré.
Recogió su ramillete de cicatrices, escondió su corazón entre la nieve y soñó con ser una chica mala.
Por la mañana se vestía de escarcha y hielo, pero los que la miraban sólo veían una niña disfrazada de azúcar glaseado.
Por la tarde levantaba muros de cristal pero se olvidó del cielo y llegó la luna.
Por la noche sacaba su paraguas y cerraba los ojos, pero las estrellas se colaron y las heridas desaparecieron bajo un traje de lentejuelas, y la flor de invierno olvidó su promesa.
Diciembre era un buen lugar para vivir, pero el tiempo siempre pasa y el amor se impone.
-Pero las estrellas también se mueren -dijo su madre.
Cuando descubres que es verdad, ya es demasiado tarde para huir de ellas porque tu corazón de escarcha se ha derretido y ya no sabes vivir sin sus abrazos de verano.
Entonces la estRella se muere. Y aunque sabes que no tenías otro derecho más que mirarla, durante un tiempo, de ti, sólo queda un copo de nieve perdido en la ventisca.
Pero un día otra estrella decide instalarse bajo la piel. Y la sientes tratando de buscar un espacio en tu mundo.
Y escuchas su latido por primera vez. Y ya no te acuerdas del miedo, ni del viento, ni de ti y suplicas una nueva oportunidad para ser vulnerable.
Diciembre era un buen lugar donde esconderse pero me trasladaré a agosto, cuando nacen las estrellas.