Una vieja historia
Llegó el primero, con las ideas claras, con ganas de llevarme al edén; pero apenas nos conocíamos y sus planes se desvanecieron entre las sombras de mi lado oscuro.
En un principio no pude evitar dejarme llevar por su entusiasmo… Era tan encantador, tan locuaz, tan bello… siempre tratando de complacerme a pesar de los avatares de mi caprichosa inspiración.
Recuerdo que me gustaba arrastrarlo por el teclado en busca de la palabra adecuada, del instante preciso, de la emoción más oportuna, del modo apropiado de llegar a un final feliz.
Sin embargo y a pesar de mis esfuerzos, él no dejaba de repetirme que no era suficiente, que se sentía fuera de lugar, y llegaron el silencio, las trincheras y todo se hizo más difícil. Quizás el problema estuvo en que perdimos el control.
Por mi parte, reconozco que no estuve a la altura, que no supe encontrar la manera de darle sentido, y el hilo conductor se enredó y se rompió.
Entonces busqué a otro, alguien más práctico, que no soñara tanto, que no esperara tanto de mí.
Y los encontré. Ellos y ellas, más humildes, de pocas palabras y sin pretensiones, aliviados de que nuestro tiempo sólo durase un instante.
Pero es inútil, nuestra historia es vieja y él no es un personaje más. Una vez más vuelvo a rescatarlo de la papelera de reciclaje con la esperanza de encontrar algún día su camino entre mis letras.
De nuevo, el protagonista de una historia que no termina, me mira con nostalgia desde el borde de la pantalla, como si yo fuera una luna que nunca alcanzará.