Teoría del beso

- 2 mins read

-Juan apaga la linterna, por favor, que es muy tarde.

-Es que no puedo dormir tía…

-¿Qué te pasa cielo? -le pregunté sentándome en el borde de la cama.

-Es que pienso en los besos -dijo mientras escondía una sonrisa traviesa tras la almohada.

-Entiendo…pues es una buena razón, los besos son importantes -dije muy seria.

-¿Mola… dar un beso? -preguntó tímidamente.

-Sí, mucho -contesté con calma e intentando no olvidar sus once años de edad.

-A ti, ¿dónde te gusta que te dé besos el tío? -sus emormes ojos azules buscaron una pista entre mis palabras.

-Y ¿a ti?, ¿dónde te gusta que te den besos? -fue todo cuanto pude decirle mientras intentaba esconder mi vergüenza entre cosquillas y risas.

-Creo que me van a gustar los besos en la boca -insistió -. Pero ¿qué se hace con la lengua?

-Juan, ¡por Dios!, estás cosas deberías hablarlas con tu padre -dije intentando escabullirme de nuevo.

-Mi padre no quiere hablar conmigo de eso. Dice que esas cosas se aprenden practicando, como las mates - cogió un donette de chocolate de la mesilla y le dio un mordisco-. Mi amigo Mikel dice que es como hacer una llave de judo con la lengua, mi prima que hay que darle vueltas y mi vecino de arriba que es como mascar chicle. Y claro, hacer todo a la vez es imposible, ¿no? Venga tía, ahora en serio, ¿me enseñas a dar un beso?

-Pero cielo, no existe un método, sólo las ganas -no tardé más de un segundo en arrepentirme de mis palabras.

-¿Las ganas de qué, tía? -se sentó de un respingo.

-Las ganas de darlo.

Suspiró y se dejó caer de espaldas.

-¿Crees que aún tendré que esperar mucho tía?

-Sí, cielo, creo que aún te quedan unos años de sólo imaginarlos. Pero no te preocupes , cuando llegan, vienen por millones. Tantos como estrellas…