Las lecciones más importantes

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La medicina ha avanzado muchísimo en los últimos cien años, pero todavía no lo ha hecho lo suficiente para evitar que alguien se atraviese el tímpano con un bastoncillo.
Lo más importante es que no mata, pero sí, desmoraliza.

Mi lado izquierdo, muy preocupado por la mala leche que desparramo cuando algo me duele, llamó a un amigo veterinario, para pedirle consejo, porque claro, qué más da el oído de una vaca que el mío, ¿no?. Como la llamada, lo único que consiguió fue una mirada fulgurante que lo cortó en pedazos, se lanzó a la farmacia a buscar cualquier cosa que controlara mi ira. El caso es que volvió con un medicamento que quitaba el dolor de cabeza, del parto, de todo… menos el de oído por apuñalamiento.

Furiosa (conmigo misma) y casi sorda me dirigí a urgencias. Ya en la sala de espera, llamó mi atención la conversación que sostenían dos hombres, uno de ellos contaba lo bien que le había venido la crisis y la necesidad que tenía de trabajadores para su granja de cerdos.
-Si señor, la ternera vuelve a ser el plato del domingo y el futuro está en los cerdos

Imaginé un cambio en mi vida y me vi dando biberones a montones de bebés cerditos….hasta que me acordé de Violeta “la cerda” (hembra del cerdo) de mi abuela y de la lección que había aprendido muchos veranos atrás.

Durante unas vacaciones, mi abuela no dejaba de quejarse que algo le pasaba a la cerda. Que la veía sin ilusión, vamos. Y ya saben lo que son las abuelas…unas santas. Me pidió que le llevara unos tomates a Violeta (la cerda) que seguro que la alegraba. Así lo hice. Su colita de tirabuzón se movía más deprisa con cada tomate que le daba. Y claro, quise que fuera muy, muy feliz… y la maté. “Sobredosis de alegría” le dijo mi abuela al carnicero.

En fin, aquel día aprendí que en el tomate no se encuentra la felicidad y que mi futuro no estaba en los cerdos.

Hoy he aprendido una nueva lección, se la imaginan, ¿no?.