Las horas
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Era una tarde perfecta para dejar a la tristeza instalarse bajo la piel. La melancolía latía entre las esquinas de la casa y las sombras se acurrucaban a mi alrededor buscando algo de calor. Las horas bostezaban atrapadas en el reloj mientras mis canciones desenredaban las emociones y uno tras otros los versos brotaban empapados en nostalgia.
Después de tres delirios y cuatro páginas decidí poner fin a mi locura y salí al jardín a buscar la solución.
La lluvia se derramó sobre mi cara sin compasión, el frío me atravesó sin piedad y la luna ni se asomó.
Al cabo de unos segundos, ya no quedaba ni rastro de ti.