Ej. 6

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El despacho del Juez era como esos que salen en las series de abogados: excesivo. Hacía calor pero no me atreví a quitarme el abrigo.

Entró un hombre pequeño, delgado y viejo. Cuando se sentó detrás de la mesa y me miró a los ojos supe que además era sabio. Así que pensé que sólo la verdad podría ayudarme, decidí no mentir.

Enterró su pensamiento en la carpeta que tenía sobre la mesa.

-Bien, esto es una denuncia por hurto. Vamos a ver, la situación no está nada clara. Usted sustrajo alimentos del centro donde colaboraba como voluntaria. El comedor de Cáritas, ¿verdad? - Sí. - Pero, no era para usted, ¿verdad? - No - Y los usuarios del comedor confirman que tampoco se lo vendía a ellos, ¿verdad? - No - Lo siento, pero no me vale sólo sí o no. Si no me da más información no podré ayudarla, señorita García. Así que por favor explíqueme con detalle que pasó.

Me quedé en silencio mirando el suelo pensando por donde empezar… - ¡Vamos! la escucho- dijo con un gesto impaciente. Me armé de valor y comencé: - Hace tres meses, por Navidad, llegó al centro una pareja de jóvenes. Les observé durante todo el desayuno, ya que no parecían indigentes. Y si eran mayores de edad, era desde hacía poco. Durante el resto de la semana vinieron a desayunar cada mañana. Se les veía unidos, quiero decir cómplices, me parecía cómico lo cerca que estaban el uno del otro mientras mojaban las magdalenas. Después de desayunar se quedaban hablando entre ellos, ella apoyaba la frente sobre su hombro, el le acariciaba el pelo. No sé porque pero su ternura me encogía el estómago. Tanto que aunque pensé en informar a la policía, no lo hice. En una ocasión decidí sentarme con ellos a charlar. Fue fácil. Se llamaban Ruth y Gabi. Me contaron que venían de Madrid, ella se había escapado de casa. Su padre era policía nacional y había organizado en su hogar un severo régimen carcelario para proteger a su única hija de un mundo cruel y lleno de peligros. Pero aquella chica se enamoró de un joven bohemio y actor. Si no hubiese sido mutuo, a lo mejor, todo esto no estaría ocurriendo. Pero el también se enamoró perdidamente. No podían evitar estar juntos, ni querían. Él intentó hablar en varias ocasiones con el padre de Ruth, pero aquel hombre siempre se negó y no les dio más opción que la de huir. Desde el verano vagan de ciudad en ciudad, buscando un lugar donde establecerse. La mañana de Nochebuena, después del desayuno, Gabi se acercó al mostrador y me preguntó si me había sobrado algún bocadillo, Se marchaban a Barcelona a probar suerte y se habían gastado todo lo que tenían en los billetes. No les quedaba nada para comer. Miré hacia la mesa donde estaban sentados, Ruth parecía preocupada. No estaba permitido dar más de medio bocadillo por persona, pero pensé en darles dinero. Finalmente decidí llenar dos barras de pan con todo lo que encontré, unos zumos y un cartón de leche. También les di los veinte euros que me quedaban para terminar el mes. No sé cuantas veces me dieron las gracias antes de irse…

La voz del juez me sonó distinta: - ¿Se arrepiente?- me preguntó con tono comprensivo. - No.

Navidades de 1996