Ej. 5

- 2 mins read

Tengo que reconocer que aunque no la mereciera llegó a ser lo mejor de mí. Tardé años en darme cuenta de lo que tenía a mi lado, pero una vez que lo hice, me convertí en su sombra.

Pero ella era independiente hasta de mí y aunque me duela, llegó a formar parte de la vida de muchas personas. Las mujeres aguardaban en la puerta por si pasaba por allí para invitarla a comer, los niños la iban a buscar para jugar en la playa… ¡era la mejor haciendo túneles hacia el centro de la tierra! Los viejos la esperaban para dar el último paseo al atardecer. No le importaba ni el aspecto ni el contexto, era valiente para ser libre y para disfrutar. Disfrutó tanto, que volvió embarazada. ¡Dos veces!

La verdad no me importó mucho.

Aún así, siempre se mantuvo fiel a lo nuestro. Mi mundo cambiaba, pero ella permanecía. Le debo unas cuantas cosas, pero la mejor fue que me escogiera y que estuviese a mi lado, por que sí.

Se sentaba tranquilamente en el salón viendo pasar a los hombres de mi vida, todos intentaban ganársela, pero ella me miraba y me guiñaba un ojo.

Éste… tampoco.

Una vez creo que incluso me salvó la vida.

Pero cuando murió nadie entendió tanta pena. Sólo se trataba de un perro. Tampoco comprenden que sus cenizas sigan a mi lado.

Es que tengo miedo de olvidar.