Dique para una estrella fugaz

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-No podemos escapar a la voluntad de Dios.

Aquella sentencia me pareció un débil consuelo, y le pregunté qué quería decir.

-Que no tenemos elección.

No sé cuanto tiempo pasó, pero sólo cuando dejé de oír los llantos a mí alrededor abrí los ojos. Ya era de noche. Pero sentí que no estaba sola.

Una joven me miraba desde el fondo de la habitación. Imaginé que era una enfermera.

-Por favor márchate, no necesito que te quedes.

-No puedo irme sin ti, lo siento -la joven se acercó y se sentó en el borde de mi cama.

-¿Nos conocemos? -le pregunté.

-Sí, no es la primera vez que nos vemos.

-Lo siento no te recuerdo. Es extraño porque hoy no dejo de recordar cosas en las que ya no pensaba desde hace muchos años. ¿Está nevando?

-Sí.

-¿Te importaría abrir la ventana?. Cuando era niña me gustaba mirar hacia el cielo y ver caer la nieve hasta marearme. Entonces, me dejaba ir hacia atrás, cerraba los ojos y cuando los abría de nuevo, los copos brillaban aún más, era como si lloviesen estrellas fugaces.

-Es un recuerdo hermoso -dijo la joven con una sonrisa.

-Hoy ha venido un cura a darme los últimos sacramentos, no es que yo crea mucho en esas cosas, pero ya sabes… por si acaso. Sin embargo, más que tranquilizador fue frustrante.

-¿Por qué? -me preguntó la joven.

-Porque pensaba que la vida era caprichosa, pero me ha hecho pensar que a lo mejor el caprichoso es Dios. Si es cierto que nunca he tenido elección, de qué ha servido esforzarse tanto para que las cosas cambiaran.

-¿Qué esperabas cambiar? -me preguntó la joven.

“Miré hacia la ventana y cien instantes volvieron del pasado. No, realmente no quería cambiar nada, tampoco a las personas que configuraron cada uno de esos momentos preciosos. Me gustaría que sus vidas hubiesen sido más fáciles, pero todas sus sonrisas, cada una de sus palabras, todos los abrazos fueron imprescindibles. Sin embargo, tengo la sensación de haberme pasado la vida reconstruyendo diques, conteniendo lo incontenible, intentando mantener el frágil equilibrio entre la cordura y la locura.”

-A mí, supongo. Me hubiese gustado ser de otro modo, con una vida sencilla, de esas que parece que no necesitan corazón, quizás así , el mío no se me hubiese quebrado tan amenudo. A lo mejor es que me lo merecía, ya que muchas veces me he culpado de ser dañina para los que amo… pero si nunca he tenido elección, que cruel por parte de Dios usarme de ese modo, ¿no te parece?

-A lo mejor era lo mejor para todos -dijo la joven.

-Pues espero que Dios se acuerde de decirles que fue culpa suya. Dirás que es una tontería, pero ¿tú crees en el infierno?

-No -contestó la joven

-Pues yo pienso mucho en ello últimamente, creo que me sentiría sola y por mucha tortura que fuese estar allí, lo peor sería estar sin aquellos que me ayudaron a vivir.

-Yo también lo creo -dijo la joven.

-Creo que estás aquí por eso ¿verdad? ¿ha llegado el momento?

-Sí.

-¿Sabes a donde vamos?

-Un poco más allá de la luna.

-¿Hay alguien esperándome?

-Sí.

Y la estrellas comenzaron a caer…