Con los pies en un charquito de mar, la una le dibujaba el universo en la palma de la mano. La otra le regalaba caracolas que escondían las palabras más bonitas.
Asomadas en el borde de una nube, la una le coloreaba flores en la cara con rayitos de sol. La otra escondía en tarritos de cristal todas las risas y secretos.
Acurrucadas en la misma cama inventaban cuentos para la luna. La una era sirena que desenreda olas con suscanciones. La otra, mariposa que pinta las gotas de lluvia.
Para renovar el aire lánguido y melancólico de mis últimos textos, le he pedido a Meizo uno de sus cuentos.
Sólo puedo desvelaros que es un relato elegante, intenso y muy imaginativo, incluso creo que algo insolente. Está claro que el terror (ese que viene del alma) es un género con el que se recrea y disfruta. Y aunque me pone los pelos de punta, su sátira es de lo más estimulante.
-Una mirada.
Un tango siempre empieza en los ojos.
El piano sentencia la primera nota. Uno… dos… tres latidos… la piel ya no soporta la espera. Por fin… su mano te toca, te arrastra y te salva. Tus pasos son como una larga caricia y te deslizas entre sus rincones como una enredadera. Las cuerdas del violín vibran y se tensan como tu espalda cuando su abrazo te deja caer al abismo de su boca. Las caricias te atraviesan exigiendo tu alma y el universo gira alrededor de tus pies. El deseo te ciñe y dejas de respirar hasta que su aliento te devuelve la vida. Tu equilibrio se rompe y te recuestas sobre su pecho. Su cara se pierde entre tu pelo y tus piernas dibujan corazones sobre el suelo. El ritmo se precipita y el anhelo brilla en tus mejillas.
¿Cuántos errores se pueden cometer? ¿Cuántas veces puedo cometer el mismo error? ¿Cuántas veces puede
caer uno? ¿Cuántas oportunidades tendré de volver a levantarme? ¿Cuánto tiempo más podré jugar al
escondite? ¿Cuántos “te jodes”…se pueden soportar? ¿Fuiste tú quién rompió el cielo? ¿Por qué tengo que
cambiar? ¿Cuántas caras puedo enseñar? ¿Cuántas cosas puedo ser a la vez? ¿Hasta dónde puedo llegar
cuando el camino está empeñado en ocultarse bajo la nieve? ¿Cuánto falta para llegar? ¿Por qué no me dejas
recordar? ¿Cómo olvidar? ¿Por qué tengo que saber contar los días? ¿Por qué la semana es tan larga? ¿Por
qué la noche es tan corta? ¿Por qué el silencio es más fácil que la verdad? ¿Por qué te sorprende que aunque
no puedo caer más bajo, todavía me guste revolver la arena y hundirme un poco más? ¿Por qué no puedo
tener alas? ¿Por qué la tristeza no puede ser una opción? ¿Por qué no se quieren mis padres? ¿Por qué no
existe la palabra que nos defina? ¿Por qué no te reconozco y sin embargo te entrego mi alma? ¿Cuántas vidas
habremos compartido? ¿Para qué sirve soñar? ¿Por qué no sueño contigo? ¿Por qué sólo soy libre cuando
sueño? ¿Por qué siempre llueve? ¿Cómo romper el hechizo? ¿Por qué no puedo detener el tiempo? ¿Por qué
la templanza es la única opción? ¿Por qué te empeñas en creer que no me doy cuenta? ¿Por qué la esperanza
no se atreve a dejarse ver? ¿Por qué las caracolas no hablan? ¿Por qué es tan fácil desaparecer? ¿Por qué hoy
no es buen día para morir? ¿Qué más debo aprender? ¿Por qué la luna está cansada de ser el amor de todos?
¿Dónde me escondes? ¿Por qué me miras así? ¿Por qué no puedo ser invisible? ¿Cuál es el objetivo de la
paciencia? ¿Por qué tengo que perderme para encontrarte? ¿Cuántas veces eres capaz de decirme “no”? ¿Por
qué siempre dices “sí”? ¿Cómo conservar la cordura? ¿Por qué no quieres entenderlo? ¿Por qué es tan difícil
quererte? ¿Por qué tengo que callarme para que tú hables? ¿Por qué nunca me dices que me calle? ¿Por qué
no me atrevo a tocarte? ¿Por qué es pecado todo cuanto va contra tu felicidad? ¿Por qué mi piel está tan
cansada? ¿Qué me mantiene cautiva? ¿Cómo puedo evitar escapar? ¿Crees en mí? ¿Cuántas veces más
podrás salvarme de mis atentados suicidas? ¿Me darás un poco más de tiempo? ¿Por qué no te gustan las
almas perdidas? ¿Quién conspira a nuestro favor? ¿Por qué quererme es una condena? ¿Por qué amenazas
con la muerte a quién no le importa morir? ¿Cuántas veces me has imaginado? ¿Por qué me gusta tanto
sorprenderte? ¿Por qué no te gusta mi canción? ¿Por qué te soporto? ¿Por qué te torturo? ¿Por qué no tengo
el valor de matarte? ¿Serás capaz de mirarme y decir lo que sientes? ¿Has visto a mi ángel de la guarda?
¿Alguna vez has hablado con Dios? ¿Por qué Dios está tan callado? ¿Has decidido cómo acabar con esto?
¿Podré borrar tus huellas del suelo de mi habitación? ¿Cuándo volveré a dormir? ¿A dónde vamos? ¿Qué hay
detrás de tu compasión? ¿Cuántas palabras te quedan por enseñarme? ¿De qué color son mis palabras? ¿Por
qué me das miedo? ¿Puedes acercarte un poco más? ¿Por qué no lo intentaste? …con un beso, hubiera
bastado.
La medicina ha avanzado muchísimo en los últimos cien años, pero todavía no lo ha hecho lo suficiente para evitar que alguien se atraviese el tímpano con un bastoncillo.
Lo más importante es que no mata, pero sí, desmoraliza.
Mi lado izquierdo, muy preocupado por la mala leche que desparramo cuando algo me duele, llamó a un amigo veterinario, para pedirle consejo, porque claro, qué más da el oído de una vaca que el mío, ¿no?. Como la llamada, lo único que consiguió fue una mirada fulgurante que lo cortó en pedazos, se lanzó a la farmacia a buscar cualquier cosa que controlara mi ira. El caso es que volvió con un medicamento que quitaba el dolor de cabeza, del parto, de todo… menos el de oído por apuñalamiento.
Como la inspiración no llegaba, abrí la ventana; quizás esta noche hubiese interferencias…
Sin pedir permiso la felicidad entró y con una sola carcajada espantó fantasmas, sombras y todos los ecos. Como era de esperar el miedo ni se movió y permaneció tras mi espalda. Pero fue inútil, lo mató a besos.
Ofendida por su descaro, cogí la escoba y la barrí desde casa hasta el jardín. Pero llamó al viento y volvió a colarse entre las tejas. Se había quedado con ganas de más cosquillas.
Rosa.
Perdió su corazón en la noche de bodas. Se le cayó cuando su marido le dio la espalda tras violarla un par de veces.
Después de aquello vino la rutina. Levantarse a las cinco de la mañana para encender el fuego, prepararle la ropa y el desayuno, trabajar en el campo hasta que se ponía el sol, cocinar, ir a lavar al río, parir casi una vez al año hasta que se le reventaron las entrañas, las bofetadas y una buena paliza cada dos o tres meses.
Convictos del silencio que tejen enredaderas hasta tu alma con palabras de cristal.
Ladrones de emociones que interpretan todas las vidas y descifran los latidos de tu piel.
Prisioneros de un amor en extinción que se aferran a sus cadenas y deshojan su corazón hasta dejarlo en carne viva.
Ángeles caídos entre pucheros, ruido y oficinas que abrazan pedacitos de luna y lanzan bengalas a las musas.
Plumas perdidas entre el cielo y el infierno que sólo pueden volar mientras rayan una página tras otra.
Peregrinos con la mochila llena de lápices de colores que se alimentan de tu pulso y de besos con sabor a nostalgia.
Rebeldes con demasiadas causas que juegan al escondite con la locura y siempre pierden.
Él cerró las puertas al miedo, le quebró la voz, agotó su voluntad, rasgó el orgullo, despedazó sus plegarias, volcó todas las ganas, extirpó los malos presagios, derribó todas las palabras, silenció la razón, lanzó el hechizo, abatió sus amuletos, borró el cielo, olvidó las consecuencias, derramó hasta el último sueño e incendió la luna.
Ella le arrancó el corazón y puso el suyo en su lugar.